jueves, 28 de julio de 2011

Memorias de un verano (y II): La Manga y Málaga.

Puesta de sol sobre el mar Menor (Murcia).
     Creo que este verano he hecho todo lo que pensé que nunca haría y he cumplido todos los tópicos del veranito español. Por primera vez en mucho tiempo (por no decir de siempre), he viajado al sur en julio, he pasado dos semanas en la playa, he gastado los días yendo de la playa a la piscina y de la piscina a la playa, he visitado La Manga del mar Menor y Marbella... Lo dicho, lo que nunca pensé que haría.

     En teoría, según el esquema de entradas que he ideado para este blog, debería dividir esta entrada en dos distintas, pero no creo que haya hecho tantas cosas dignas de ser mencionadas en este tiempo. En serio, estas dos semanas ser pueden resumir en torrarme al sol en la playa (otra cosa que jamás pensé que soportaría durante tanto tiempo pero con la que he conseguido efectos notables en mi piel digna de Crepúsculo), quitarme la sal del mar con el cloro de la piscina, comer como si no hubiera un mañana en el apartamento de la playa o en el buffet del  hotel, y dormir más que un bebé recién nacido. Mi récord han sido once horas por la noche y tres más de siesta, en el mismo día, claro.
 
     Seguramente ya haya gente que me odie por lo que estoy contando si aún no han disfrutado de sus vacaciones, pero otras veces me toca a mí sentir envidia, ¿no?

Raquel, Alfonso y Carlos en Marbella (Málaga).
     Durante estas dos semanas he vivido de un merecido descanso (mental más que físico) con la familia política en La Manga (Murcia) y con los amigos en Manilva (Málaga). He celebrado cumpleaños y grandes noticias, he vivido el estreno de la última película de Harry Potter (un minuto de silencio, por favor); he luchado contra medusas y algas; hemos visto pulpos, peces enormes que se meten con los pezqueñines... pero sobre todo pulpos; me he bañado en el caliente agua de Murcia y en la gélida de Málaga, ¡quién lo iba a decir!; me he subido en la colchoneta y he peleado como un niño por seguir arriba; he reído como era de esperar con Carlos, Raquel y, por supuesto, Alfonso; me he tomado más de un chupito de vodka caramelo con Maribel y Roberto en Marbella; he peleado por las napolitanas de chocolate en el desayuno y por las croquetas en la cena; me he hartado a helados artesanales en el puerto (aunque lo intenten los de Carte D'Or, no les llega ni a la suela de los zapatos); he jugado a saltar las olas en Manilva; me he llevado algún que otro golpetazo en la nariz, he descubierto que hay gente que prefiere "El Pescao" y lo bueno que es el kiwi para el tránsito...

      Ahora, de vuelta en Madrid, me toca volver a la realidad y retomar la búsqueda de empleo. Pero mientras tanto, me toca disfrutar de Madrid en agosto. TODO PARA MÍ.

miércoles, 27 de julio de 2011

Memorias de un verano (I): Candelario 2011.

     Acabo de llegar de las vacaciones y ya siento la necesidad de compartir todo lo que he vivido y escrito durante estas semanas pero que la falta de Internet me ha impedido publicar. Sin embargo, lo haré por partes por aquello de no mezclar cosas y de tener más cosas que contar en el blog, claro.

Mosaico de Candelario 2011. Talleres.
     Una vez más y ya van dos seguidas, este verano he vuelto a mis dieciséis (o menos) y me he ido de campamento a Candelario (Salamanca). Con diecisiete años pensé que nunca más viviría esa experiencia. Pero diez años después aquí sigo: durmiendo en saco, compartiendo sueño y ronquidos con las compañeras, levantándome pronto en verano y caminando como no suelo hacer durante el resto del año. La diferencia con mis veranos como acampada es que ahora duermo sobre tablas en el suelo, paso frío en julio, sufro las arañas del campo (en mi vida he visto tantas sobre mi mochila) y aprecio más que nunca una ducha caliente decente.

     Si tuviera que resumir rápidamente lo que he vivido en Candelario 2011, lo haría con: risas (muchas risas), "unicornios retrasados" y "me llamo Ralph", carreras de yogures, canciones y guitarreos (menos de los que hubiera deseado), alegría y aunque me duela también desesperación, pequeños descubrimientos, afonía, cansancio extremo, alguna que otra lágrima, duchas con mangueras que no pueden con la roña de campo acumulada, oraciones intempestivas, frío en julio, ideas que "copiar", Aquiles, Ulises, Calíope y los demás personajes del Buenos días, las puertas de Ítaca y las llaves, pulseras, muchas pulseras, esguinces inoportunos, ver partir al volante y sentir añoranza por el que viví hace un año (a pesar de que lo sufrí bastante), mosaicos y talleres, descubrimientos personales y nuevos amigos... y poco tiempo libre para escribir, descansar o dedicarme a mí misma.

Calles de Candelario (Salamanca)
     Nunca he estado en un Gran Hermano, pero creo que vivencias como éstas me hacen aproximarme a lo que pueden sentir los concursantes allí encerrados. Cada sentimiento vivido se magnifica de tal manera que se descontrolan y se apoderan de ti. Aunque he tenido mis más y mis menos en el campamento y con la gente, al final sólo lo positivo perdura. Incluso la alegría parece mayor una vez llegados a casa. Ahora siento añoranza por todos esos campamentos vividos durante años con el colegio. Ver aparecer la silueta de Madrid desde el autobús y desear que nunca llegue para que esos días no terminen a pesar de que tu casa, tu familia, tu cómoda cama, tu ducha caliente y tu ropa limpia te tienten sobremanera. Creo que si soy capaz de emocionarme así de nuevo, es que no lo he pasado tan mal durmiendo sobre tablas.

     En los últimos días del campamento, intenté escribir unas cartas para dar las gracias a aquellos que hicieron del campamento una gran experiencia, pero no me dio tiempo. Espero que estas líneas sirvan para lo mismo.

     Gracias...
Pau, por estar siempre ahí.
Bea, por hacerme reír y por poder compartir contigo cualquier tipo de charla.
Juanjo, por convertirte en un amigo a pesar de la diferencia de edad.
Isa, por tu sonrisa y tu inocencia sin límites, por pasar de ser "catecúmena" a otra amiga más.
Jorge, por llevar conmigo el grupo y saber hacerlo con responsabilidad y ganas de aprender.
Lucía, por haber sido desde el principio un apoyo.
Pedro, por tu alegría, tu paciencia sin límites y tu bondad.
Iván, por saber afrontar reto tras reto y hacerlo con sencillez y transparencia.
Alex, por tu entrega en tu primer campamento de coordinador a pesar de la mala pata.
A los niños de Belén, que han compartido con nosotros por primera vez el campamento,
y a todos los que han formado parte de mi día a día del campamento, monitores y niños, y me han marcado con una simple sonrisa, una conversación durante la comida, en los grupos de reflexión o en el coro. No podría mencionaros a todos, pero os recuerdo con verdadero cariño.

Los dioses del Olimpo en el Buenos días.
    
 GRACIAS